Fonda Xesc y la olla, la cruz y la campana. Pues sí, otra vez.


Hace casi tres años, contaba en este blog la historia sobre la olla, la cruz y la campana que cohabitan en el Santuario de Núria (Ripollés) y al que se les asocia el prodigio de fomentar la natalidad si se introduce la cabeza en la olla, a la vez que se hace sonar la campana.

Por aquel entonces, en 2017, estábamos en búsqueda de nuestra primera hija, y el caso es que, cabeza en olla y algo de mi parte (espero y deseo), Anna nació nueve meses después de nuestro pequeño peregrinaje al santuario, con parada y fonda, nunca mejor dicho, en la Fonda Xesc de Gombrèn.

Desde entonces, el lector más fiel ya sabrá que hemos llevado a Anna de restaurante en restaurante. Al principio con sus biberones, más tarde con su comida y ya desde hace más de un año a la carta, como una más. Somos firmes defensores de que la felicidad pasa por compartir y enseñar a pasar el tiempo juntos. En esto basamos nuestra manera de educar y, a las pruebas nos remitimos que, salvando alguna excepción, ir con Anna a cualquier sitio es una delicia, por cómo se porta, por cómo come y por lo bien que nos lo pasamos con ella.

Así que, con los dos años de #lamorritofino más que cumplidos y un bagaje culinario en el que figuran las croquetas Francis Paniego, el gazpacho de Dani García o los tacos de Albert Adrià, en diciembre del año pasado decidimos peregrinar de nuevo a Núria, para que Anna viera la nieve, para volver a meter la cabeza en la olla y, no engañaremos a nadie, para volver a cenar en la Fonda Xesc, lo que sería la primera estrella Michelin para la pitufa.

Y lo de que Anna siempre ha sido una delicia en los restaurantes salvo rara excepción, pues toma, ahí va la excepción. Era una noche idílica, fría, pero no mucho. Bajamos de la habitación a cenar a una la sala preciosa, casi llena, con esa música de fondo que produce el sonido que sale de la cocina con los platos acabándose justo antes de que salgan a perfumar el salón. Anna llegó a la mesa, vio la trona excelsamente preparada parada ella, se subió, miró a un lado, miró al otro y, sin apoyar el culo en el cojín, soltó, con todo el desparpajo del mundo: "me quiero bajar".  

Pues sí, amigos de elmorrofino.com. A tomar por saco todo el plan. Ni educación, ni aprendizaje, ni experiencia en buenas mesas. Es verdad que ni gritó, ni lloró, ni tampoco lió ningún berenjenal imperdonable, pero costó horrores hacerle entender que tenia que estar quieta en su silla. Que si arriba la trona, que si abajo, que si ahora al carrito a buscar no sé qué, que si ahora vuelvo. Siento ser así de melodramático, pero si hubiera podido pulsar un botón para desintegrarnos, no lo duden, lo hubiera hecho sin dudar.

A todo ello, visto con frialdad y perspectiva, sí que es verdad que probablemente molestamos más bien poco y que estuvimos lejos de ser esa clásica pareja con niños que da por el saco en un buen restaurante y que, desgraciadamente, justifica aquello del adults only. Pero en cualquier caso, desde aquí mis más sinceras disculpas a quien hubiéramos podido incomodar, si es que leen alguna vez estas lineas. 

Aperitivo de caracoles

A parte de este pequeño contratiempo, que nos estresó superlativamente, cenamos estupendamente, al mismo nivel que hacía tres años. Esta vez, casi de forma profética y por fortuna, escogimos el menú corto, de tres aperitivos, tres platos, un postre y los petits (menú de la fonda a 45 euros, que sale algo más económico con la media pensión).
Para Anna, tenían un menú para niños. Estrella Michelín para niños, búsquese.

Buñuelos de aire

A mi me parece que la cocina de la Fonda Xesc es senzillamente excelente. Es una cocina de raíces y terruño, que absorbe y reproduce el paisaje que le rodea con suma delicadeza. 
A mi me gustaría cocinar así.

Caldo de setas y tomillo

Arroz con emulsión de azafrán, delicado, sabroso y perfecto.

Pies de cerdo con sobrasada y sepia, peazo de mar y montaña

A todo esto, durante la visita a la nieve, Susana metió la cabeza en la olla y, otra vez espero que también con algo por mi parte, ya hace casi tres meses que Carla se unió a la familia. Ya me perdonarán los de la Fonda, porque sus crónicas han venido siempre con el delay de un embarazo y es que en ninguna de las dos ocasiones me he atrevido a escribir antes de que naciera la criatura. 

Postre de mandarina, manzana y flor de sauco, combinaciones mágicas.

Y como dije hace tres años, en la Fonda Xesc se come de maravilla. Tengo ganas de que pase el punyetero coronavirus y que #lamorritofino y la #minimorritofino se hagan mayores e inviten a sus padres a comer un día allí, leamos estos dos relatos sobre la fonda y que Anna me mande a paseo.

Cierto es que todavía queda para ese día, pero a la nieve tocará volver. Y aunque ya no sigamos con el ritual de la olla en el santuario, la parada en la Fonda Xesc no nos la quita nadie. 


Fonda Xesc
Plaça del Roser, 1, Gombrèn, Girona