Tengo un amigo, Alejandro, con el que compartimos un ritmo de vida similar desde hace más de veinte años. Nos conocimos en la universidad, empezamos a trabajar a la vez, nos independizamos más o menos al mismo tiempo tiempo y tenemos hijas e hijos de más o menos la misma edad. Durante todos estos años, hemos compartido veladas, fiestas, tardes de penas y glorias, ratos solos y buenos momentos con parejas y, los últimos seis años, también jornadas enteras familiares con un montón de niños dando alegría al hogar.

Este año hemos celebrado muchas cosas con macarrones.

Vale, he empezado mal.
Vaya por delante que no tengo nada en contra de ningún tipo de cocina y mucho menos que la reconciliación que titula este blog venga para enmendar ninguna trifulca internacional.