Echaurren, El Cuartito, los apartamentos Beethoven de Haro y cuando el que no tiene cabeza tiene pies


Seguramente una de las cosas más absurdas de los padres con bebés son las comparativas entre su descendencia.

Entre el que su hijo gateaba a los pocos meses de nacer, el que en seguida oyó decir "papi te quiero mucho" a la vez que recitaba a Espronceda (el de los cien cañones por banda), el que sus hijos comían el bogavante con la cuchara a los doce meses sin vigilancia alguna, o el que dejaba salir de fiesta a su hija con los amigos de la guardería para que disfrutara de la vida, uno, que es sufridor y además conoce a gente cuyos hijos tienen problemas reales de crecimiento, aprende a dejar de escuchar cuando el tema de conversación empieza a parecer un concurso para ver quién fue el primero en ser más idiota, con perdón.

El caso es que Anna, que de entre todo mi entorno siempre podré presumir de que fue la primera que tuvo hastagh de influencer ( #lamorritofino ), empezó a caminar en agosto del año pasado, con doce meses recién cumplidos, básicamente por un tema de supervivencia animal, al ver que si no levantaba las rodillas de la árida tierra castellana se quedaba sin piernas en dos días.

Y tras diez días en Zamora, cuesta arriba, cueto abajo, y cada día caminando algo mejor, el verano llegó a su fin y decidimos regresar a Barcelona pasando unos días en Haro, alojándonos en los apartamentos Beethoven en los que ya habíamos recalado en el viaje de ida y habíamos estado maravillosamente bien.

Aprovechando que Haro está razonablemente cerca de Ezcaray, decidimos reservar para comer al día siguiente en el restaurante Echaurren Tradición del Hotel Echaurren, sitio en el que ya habíamos estado en verano de 2015 y habíamos salido aplaudiendo al equipo del conocido cocinero Francis Paniego, cuyo restaurante vecino, El Portal, tiene dos estrellas Michelin y que algún día, no sé de aquí a cuantos años, visitaremos.

Ir a Ezcaray y no probar las croquetas del Echaurren, hiper-fluídas y tremendas, es como dejarse algo por hacer.
Así que, con el riesgo de no saber muy bien cómo iba a portarse la jovenzuela, nos despertamos, cargamos los bártulos al coche y salimos hacia Ezcaray.
Al ver que llegábamos con un bebé andando y sonriente, nos recibieron con todos los honores, nos guardaron el carrito de la niña en recepción y nos acomodaron en una mesa donde estuvimos sentados los tres comiendo tan o mejor que la otra vez. Anna probó las croquetas, las albóndigas, la merluza rebozada y, siendo algo crueles pero conservadores, no le dejamos probar la tarta de queso, que para mí es uno de los mejores postres que he comido en la vida.


La merluza en dos cocciones. Si nos descuidamos, Anna nos deja sin.
La albóndigas, que nos encantaron la primera vez y que no pudimos evitar pedirlas de nuevo.

Torrija, en media ración. Buena no, lo siguiente.

Tarta de queso, también media ración. Para mí este postre es uno de los mejores que tomaré en la vida.
Total, que tal fue el estado de regocijo y alegría, habiendo comido como unos reyes y Anna habiéndose portado como una princesa, que salimos andando y sonrientes hacia el coche dispuestos a pasar una tarde entre cultura y naturaleza Riojana: nos acercamos a los monasterios de Yuso y Suso de San Millán de la Cogolla, dimos una vuelta por los alrededores del río Cárdenas, nos paseamos hasta Santo Domingo de la Calzada y nos perdimos por pequeños pueblos que estaban en fiestas. Cuando llegamos felizmente a Haro, tuvimos hasta suerte y aparcamos en el aparcamiento gratuito que hay al lado de los apartamentos.
Día idílico, hasta que bajamos del coche y abrimos el maletero.

El lector más avispado habrá notado, igual que yo cuando abrí el maletero, que del Echaurren salimos andando, sonriendo y, también, sin recoger el carro que nos habían guardado en consigna.
Ole nosotros.

Llegado a este punto, como reza el título de este blog, ya que además de la cabeza nos habíamos dejado el carrito, no tocó otra cosa que tirar de pies: subimos al apartamento, cogimos la cena de la niña y nos volvimos todos a Ezcaray.
Y no. No cenamos en Echaurren Tradición otra vez, que no negaremos que se nos pasó por la cabeza, si no en el Cuartito del Echaurren, que es otra propuesta más informal que ofrece el equipo del Hotel en un local situado en frente.

Entrada al Cuartito del Echaurren, en frente del hotel.

En El Cuartito tienen varias propuestas muy asequibles y se sirve cocina perfectamente ejecutada con un servicio de diez. A nosotros nos encantó y nos pareció un sitio con una calidad-precio extraordinaria: cenamos por 20€ por persona, con una pasta, un segundo y un postre cada uno.

Pasta del día con huevo a baja temperatura.
Merluza estilo Guetaria

Rabo guisado, cuya foto no hace justicia.


Tarta de queso.
Con el día ya exprimido, de camino a Haro, Anna se durmió en el coche.
Cuando sea mayor y se ría al leer esto, habrá que invitarla a El Portal.


Echaurren Tradición y El Cuartito de Echaurren
C/ Padre José García, 19 - Ezcaray. La Rioja.
Tel. 941 354 047

Apartamentos y RestaurantesBeethoven
Plaza de la Iglesia, 9, 26200 Haro, La Rioja
652 11 26 41
https://www.beethovenharo.com/

Enlace de nuestra anterior visita en 2015, de la que suscribo todo lo escrito:
https://elmorrofino.blogspot.com/2015/11/echaurren-la-casona-del-pastor-y-la.html


Lo que costó el Echaurren Tradición. En El Cuartito fueron 40 euros en total.