Hace casi tres años, contaba en este blog la historia sobre la olla, la cruz y la campana que cohabitan en el Santuario de Núria (Ripollés) y al que se les asocia el prodigio de fomentar la natalidad si se introduce la cabeza en la olla, a la vez que se hace sonar la campana.


Este mes he sumado un año más a mi cuenta personal. 



Si hay algo de comer que estoy echando de menos durante este confinamiento es un buen pan.


Con esta semana ya hará cuatro que no nos movemos de casa.
El coronavirus, que como dice #lamorritofino es este bichito que no nos deja ir a la calle, nos está poniendo a prueba a todos.

No es fácil encontrar a alguien con quien disfrutar comiendo.