Como muchas otras cosas que pasan en una relación y que nadie asume como ciertas, pero que en realidad lo son, mi mujer tiene secuestrada mi cuenta de Instagram.
Solo la mira y la cotillea un poco entre amistades y restaurantes, pero, aunque me fastidia relativamente, es una de esas concesiones matrimoniales por las que hace tiempo tiré la toalla y decidí no discutir.