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Hubo una época en mi vida, cuando era más joven, en la que me dedicaba a visitar restaurantes diferentes a medida que iban abriendo. Era algo así como ir al cine a ver la película más nueva, pero en su versión más gastronómica y, las cosas como son, algo snob.
10.2.24
28.12.23
Tengo un amigo, Alejandro, con el que compartimos un ritmo de vida similar desde hace más de veinte años. Nos conocimos en la universidad, empezamos a trabajar a la vez, nos independizamos más o menos al mismo tiempo tiempo y tenemos hijas e hijos de más o menos la misma edad. Durante todos estos años, hemos compartido veladas, fiestas, tardes de penas y glorias, ratos solos y buenos momentos con parejas y, los últimos seis años, también jornadas enteras familiares con un montón de niños dando alegría al hogar.
22.9.23
16.9.23
Aunque no cambie por nada del mundo a los dos maravillosos monstruos que tengo por hijas, reconozco que la paternidad, la concilación laboral, la compra, las lavadoras y el intentar recoger la casa para que no parezca un chiquipark en horas bajas, nos están dejando poco margen para respirar si no es para ir a la cama a dormir.
7.9.22
Si algún recuerdo bueno me quedará de la pandemia, será el de cuando cargaba a mi hija mayor al coche e íbamos a buscar la cena al Bardeni.
17.7.22
Interrumpo las crónicas de ir a comer con niñas, justo para abrir este episodio de ir a comer sin ellas.
28.12.21
10.8.21
29.9.19
En mi época de estudiante y becario del departamento de matemáticas, tuve la suerte de participar en un proyecto docente que en aquella época era único en su especie. Se trataba de Algweb, una web interactiva cuyo objetivo era tratar de hacer algo más digerible la asignatura Álgebra y Geometría, que por aquella época era una de las bestias pardas del primer curso de Ingeniería de Caminos.
4.9.19
Como muchas otras cosas que pasan en una relación y que nadie asume como ciertas, pero que en realidad lo son, mi mujer tiene secuestrada mi cuenta de Instagram.
Solo la mira y la cotillea un poco entre amistades y restaurantes, pero, aunque me fastidia relativamente, es una de esas concesiones matrimoniales por las que hace tiempo tiré la toalla y decidí no discutir.
22.6.19
17.3.19
Diría que nos conocimos durante el verano del año 2002, año arriba, año abajo, cuando por aquel entonces me pasaba los veranos en el Port Olímpic enseñando a navegar a un montón de renacuajos. Que dicho así, suena entre pijo y repipi, pero la realidad era más bien lo contrario.
Por aquel entonces, yo era un rara avis de los monitores, porque tenía la costumbre de aparecer en la escuela a principio de verano, pasármelo en grande y, cuando llegaba setiembre, hacer un hasta luego Lucas, plegar velas y desparecer hasta San Juan del año siguiente.
A pesar de esta estacionalidad, siempre me sentí muy querido y conocí a personas con las que, como Maria, conectamos desde el primer momento, posiblemente porque dominábamos el arte de decirnos las cosas tal y como son, que traducido al siglo actual sería algo así como #sinfiltros.
Por aquel entonces, yo era un rara avis de los monitores, porque tenía la costumbre de aparecer en la escuela a principio de verano, pasármelo en grande y, cuando llegaba setiembre, hacer un hasta luego Lucas, plegar velas y desparecer hasta San Juan del año siguiente.
A pesar de esta estacionalidad, siempre me sentí muy querido y conocí a personas con las que, como Maria, conectamos desde el primer momento, posiblemente porque dominábamos el arte de decirnos las cosas tal y como son, que traducido al siglo actual sería algo así como #sinfiltros.
El caso es que hubo un día en que los veranos dejaron de ser universitarios, se acabaron las vacaciones en el mar y, cosas de la vida (y lo poco que puse de mi parte), fui perdiendo el contacto con mis compañeros y, como no podía ser de otro modo, dejé de verlos a todos.
Y el tiempo, pues, pasó.
Y los años, pues también. Y se inventaron los smartphones, se popularizó Instagram y un día, sin saber muy bien cómo, Maria apareció embarazada en la pantalla de mi teléfono, con una barriga del tamaño muy similar a la que teníamos en casa. Así que, con la excusa de nuestras hijas, retomamos el contacto.
¡Y que bonita sorpresa! La verdad es que fue como si el tiempo no hubiera pasado, porque conversar de nuevo con Maria me hizo constatar que hay personas con las que puede puede dejar de hablar diez años (10!!!!!) y retomar una conversa como si hubiera sido ayer.
Pero lo mejor de todo fue saber que Maria seguía este blog y, además de ser otra gastronóma del morro fino, me habló del restaurante que los ex jefes de cocina de El Bulli tienen en Barcelona.
"¿Has ido al Disfrutar? Yo lloré al probar uno de sus platos"
Y los años, pues también. Y se inventaron los smartphones, se popularizó Instagram y un día, sin saber muy bien cómo, Maria apareció embarazada en la pantalla de mi teléfono, con una barriga del tamaño muy similar a la que teníamos en casa. Así que, con la excusa de nuestras hijas, retomamos el contacto.
¡Y que bonita sorpresa! La verdad es que fue como si el tiempo no hubiera pasado, porque conversar de nuevo con Maria me hizo constatar que hay personas con las que puede puede dejar de hablar diez años (10!!!!!) y retomar una conversa como si hubiera sido ayer.
Pero lo mejor de todo fue saber que Maria seguía este blog y, además de ser otra gastronóma del morro fino, me habló del restaurante que los ex jefes de cocina de El Bulli tienen en Barcelona.
"¿Has ido al Disfrutar? Yo lloré al probar uno de sus platos"
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Yema de huevo crujiente |
Ir al Disfrutar es una experiencia en mayúsculas. Desde lo que se come, que es algo totalmente fuera de lo esperable, a cómo se trata al comensal, con una informalidad formal que hace que te sientas como en casa.
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Pan chino relleno de caviar |
No desvelaré el detalle de lo que comimos pues sería traicionar el espíritu del sitio, que juega con la sorpresa de no saber qué te servirán. Así que me limitaré a decir que de la treintena de platos que circulan en el menú degustación, hay algunos de ellos que quedarán en mi memoria hasta el día que me muera. Así, tal cual lo digo.
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Deconstrucción del ceviche |
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La terraza - patio interior |
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Salon intermedio |
Tengo la inmensa suerte de haber hecho la visita sin mi mujer, con lo que me veré obligado a repetir con ella. Disfrutar está en Barcelona y admite reservas con un tiempo razonable y, aunque es verdad que cuesta su dinero, al final no es mucho más que unos pocos partidos de fútbol.. Y es imperdonable no visitarlo.
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Tarta al whisky |
Desde aquí, mando un beso a Maria, protagonista de estas líneas y, aprovechando que hablo de la distancia que a veces toman los diferentes rumbos que uno toma en la vida, no quiero dejar de mencionar a Laura que se fue a Chile, Pilar a Mallorca, Miquel a Suecia, Albert a Perú o más gente que a la que aprecio y que, sin irse por ahí hemos reducido el contacto a la mínima expresión. Sé que el día que nos veamos no dejaremos de decirnos las cosas #sinfiltros, o como decíamos ayer, tal y como son.
DisfrutarCalle Villarroel 163
Barcelona
933 48 68 96
20.11.18
2.5.18
16.9.17
Ser o no ser.
Aunque muchos se lo
preguntan y algunos hasta reniegan de ello, para mi, esa nunca ha sido una cuestión.
Yo soy de barra y no es la primera vez que lo digo.
Y lo soy, pero no del hashtag populista que sirve de publicidad cervecera. No me vale cualquier cosa, que por algo a uno le acusan de lo que le acusan y el blog se llama como se llama.
También soy de Romain
Fornell.Yo soy de barra y no es la primera vez que lo digo.
Y lo soy, pero no del hashtag populista que sirve de publicidad cervecera. No me vale cualquier cosa, que por algo a uno le acusan de lo que le acusan y el blog se llama como se llama.
Hace años que vamos al
Café Emma, bistrot cuya cocina firma él, y siempre salimos altamente satisfechos. De hecho, es el
único restaurante del que he querido escribir más de una vez.
Así que, aquí sí que me tiraré al populismo y el hashtag lo propondré yo : #yosoyderomainfornell .
Romain tiene una barra de
las que me gustan en el Caelis, en el primer piso del hotel Ohla de la Via
Layetana. Ancha, cómoda y con grandes butacones, es de las que podrías pasarte el día entero sin necesidad de levantarse en mucho rato.
Sentados delante de la cocina,
uno puede distraerse tanto como quiera, mirar, curiosear, preguntar y, como fue mi caso,
avasallar sin piedad a los cocineros que rematan, con el orgullo del trabajo bien hecho, todos los
platos delante de ti.
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La bullabesa |
Quizás, a parte de la presunta informalidad que se le presupone al hecho de no entablarse, esa es la mayor gracia de la
barra: lo quieras o no, el diálogo cocinero-comensal, con más o menos palabras, está ahí. No existe espacio
para la improvisación y el que acaba el plato debe dar la cara. Y eso no tiene pinta de ser fácil.
En el Caelis, tanto en la barra como en el bonito comedor que tiene, se ofrecen dos menús y posibilidad de carta, además de un menú ejecutivo durante el mediodía. Nosotros, escogimos el Tierra y Mar, que entre aperitivos, platos y postres sumaron casi una quincena de degustaciones.
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Aceitunas miméticas y corteza de bacalao con alioli de ajo negro |
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Tartaleta de huevas de trucha |
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Bocadillo con sardinas de merengue seco. |
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Gofre de patata y atún con mayonesa japo. Tremendo bocado que recordaba a un niguiri. |
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Vichyssoise de hinojo |
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Ensalada de ostras. Uno de los platos más elegantes del menú.. |
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King crab, coco y guisantes |
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Macarrones rellenos, alcachofa y foie. Platazo en toda regla para la posteridad. |
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Carne de buey, muy tierna, con aromas de sarmiento. |
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Buenos quesos. |
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Prepostre de celery |
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Bellísima Tatin de manzana verde con la técnica del azúcar soplado |
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Mantequillas y pan excelentes durante toda la cena |
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Petits Fours |
Sin duda alguna, puedo decir que cenar en la barra del Caelis ha sido de las mejores experiencias del año. Disfrutamos como enanos y pagamos la cuenta con la sensación de ser algo más felices.
Al Caelis hay que ir y, si es en barra, mucho
mejor.
A Hamlet no le hubiera temblado tanto la mano.
#yosoyderomainfornell
#yosoyderomainfornell
Caelis
Via Laietana, 49 (Hotel
Ohla Barcelona)
935 101 205
11.7.17