Suculent y el que qui dia passa, any empeny



Hace un par de meses que empecé a encarar el fin de una década.
En catalán decimos aquello de "qui dia passa, any empeny", y sin llegar a dramatizar, empiezo a notar los cuarenta muy cerca. De hecho este año, en el trabajo, he tenido el gusto de tutorizar las prácticas de un ingeniero muy joven que me ha recordado bastante a mi cuando empecé a trabajar hace 15 años. Todavía tengo muy presente como veía en aquella época a mi jefe, un tío de cuarenta y pico años, muy majo, casado, hipotecado y con hijos.

Sobra decir que hoy estoy más cerca de mi primer jefe que del ingeniero al que he tutorizado y, aunque sin lugar a duda los treinta están siendo infinitamente mejor que los veinte, la verdad es que se me está empezando a hacer todo un poco raro.

Así que, para evitar que la crisis de los cuarenta asiente un año antes en mi vida, que el covid ya está haciendo suficiente para jodernos a todos, decidimos con Susana que los 39 merecían celebrarse con las niñas y por todo lo alto. Así que, un viernes de junio, nos plantamos en la terraza del Suculent, en plena Rambla del Raval.

Curiosidades de la vida, la última vez que pisamos el Suculent fue para celebrar también los 39 de Susana, unos meses antes de la pandemia, del segundo embarazo y de todo el ajetreo de los primeros meses de Carla, en los que Susana tuvo que dejar de tomar proteína de la leche de vaca por intolerancia del bebé durante la lactancia materna. 

Un día de estos hablaremos largo y tendido de la confusión generalizada entre la proteína de la leche (lácteo) y la lactosa, que por si algún lector no lo sabe, la lactosa es  únicamente el azucar de la leche, que se puede extraer en según que productos y aquí se acabó el rollo, mientras proteína de la leche de vaca es todo lo que salga de la leche de una vaca, lo que viene siendo leche (con o sin lactosa), mantequilla o nata, además de un montón de ultraprocesados con acido láctico de conservante que, siendo prácticos, tampoco pasa nada si los dejas de comer. 

Total, que esto de sacar la leche de la dieta, ya lo conocíamos por nuestra primera hija y por este motivo, por ir las niñas y por el puto covid, como norma general solemos intentar escoger muy bien dónde y cuando salimos a comer fuera.

El clásico imitadísimo del Suculent: tartar con tuétano

Vaya por delante, que no se puede decir otra cosa que el Suculent es un valor seguro como pocos.
Maravillosamente encantadores, salimos encantados. García, el camarero que nos atendió, un fuera de serie. Él mismo dijo algo así como: "voy a disfrutar con vosotros porque me encanta servir cuando vienen niños a comer". Pues es mútuo. Ya lo he dicho en más de una ocasión, pero yo creo que los niños notan cuando se les trata como a los demás seres humanos y no como a personas sin conocimiento, aquello que malentendemos como "niños", y, entonces, se comportan mucho mejor que muchos adultos.

Croquetas de pato

Además de las croquetas obligatorias de la colega, comimos un tartar de sepia muy refrescante, una ensaladilla con ventresca curada y clásicos como el tartar con tuétano o el canapé de cresta de gallo, que a mi me chifla. Será que soy del pueblo de los pollos y lo del potablava se lleva de serie. 

Canapé de cresta y piel crujiente

Tartar de sepia

Ensaladilla con ventresca

Y la paella. 
No me puedo sacar de la cabeza ese socarrat....

Paella valenciana


Buf...

Salvo postres, asignatura compleja para los no lácteos, mi mujer comió de todo y con la seguridad de no estar pendiente de que se la liaran en cocina.

Tarta de chocolate. Increíble.

Tarta de queso, casi mejor que la anterior

Vale que era mi cumpleaños y todo se ve desde otra perspectiva, pero pasamos un rato muy agradable y comimos excelentemente. 



No esperaremos a los 40 a volver, pero sí a que el lácteo vuelva a entrar en la vida de Susana.
Y será pronto!

Suculent
Rambla del Raval 45