El Celler de Matadepera y la virtud de hacer extraordinario lo no extraordinario (Crónicas de ir a comer con niñas, parte 3)


Yo soy de los que les gusta hablar, no en vano tengo un blog.

A pesar de ello, y de mi verborrea a veces algo irreverente, reconozco que ni me emociona la inmediatez, ni me acabo de sentir cómodo compartiendo en tiempo real lo que hago. Por ello, y aunque luego me queje de no tener el número de followers que seguramente mi ego admitiría, el uso que le doy a las redes sociales es realmente muy limitado, por no decir casi inexistente. 

Dicho esto, debo reconocer que desde el incio de la pandemia, igual que mi mujer se entretiene con Instagram, yo lo hago bastante con Twitter. Y, siendo sinceros, nunca imaginé que la aplicación del pajarito, que en su día me instalé casi por descuido, me permitiría conocer a personas de gran bagaje gastronómico y, además, poder compartir con ellas impresiones altamente enriquecedoras.

Una de estas personas es mi admirado Lluís Bernils, propietario de El Celler de Matadepera.

El Celler por dentro.

No sé en qué día Lluís apareció en mi TL, que dicho así suena muy pro hasta que descubres que el TL es lo que viene siendo la pantalla principal de Twitter. Lo que sí sé, es que desde entonces y hasta hoy es una de las personas cuya opinión gastronómica más me interesa. 

Lluís, además de ser conocedor del gremio por la parte que le toca, visita un gran número de restaurantes y su opinión es sincera y sin engaños. A veces, hasta se mete en algún berenjenal algo sonado, cosa que nos suele pasar a los que tendemos a hablar mucho. El caso es que suelo coincidir bastante con sus gustos y es para mi un referente a la hora de escoger nuevos sitios para ir a comer.

Crema de champiñones a la brasa. Un aperitivo excepcional con un sabor a brasa delicado y delicioso.


Berenjenas a la brasa con panceta Maldonado. Tremenda.

Debo decir que nos hacía mucha ilusión visitar su casa y, aunque sabíamos lo que se cocía en El Celler después de estar tanto tiempo viendo lo que cocinaban por la redes, hasta la fecha solo habíamos podido probar uno de los pollos gourmet para llevar de los que empezaron a hacer durante la pandemia con un Josper que saca humo los fines de semana. Así que, aunque nos queda algo lejos, organizamos una pequeña excusa familiar y en diciembre visitamos a los Bernils.

Carpaccio de gambas con piñones. Un clásico que en su día lucía Estrella Michelín.

Arroz de costilla y trompetas, un arroz mayúsculo.

En el Celler de Matadepera Lluís y sus dos hijos, Ricard y Pau, comandan un gran restaurante donde se come tan bien como se siente uno tratado. Mis hijas probaron absolutamente todos los platos y como viene siendo habitual, me pelee con ellas para que me dejaran algo de sus canelones, que dicho sea de paso, diría que son de los mejores que probamos el año pasado.

Canelones de la discordia. Muy muy buenos.

 Merluza. Tan aparentemente sencilla como extraordinaria.

Rabo guisado. 

Lluís no deja de repetir que en su casa no hacen hacen nada extraordinario y siendo literales, probablemente tenga razón. Pero, como a veces pasa, yo discrepo. Lo que hacen, lo hacen extraordinariamente bien y, por eso, siempre tienen siempre lleno. 

Piña a la brasa con crema pastelera.

Pan con chocolate

Comimos muy bien, estuvimos muy a gusto y nos sentimos en familia. Con Ricard hicimos broma de cómo cuesta racionar la comida con niños y de lo frecuente que es darte cuenta que has hecho corto y te quedas sin cenar. Después de esta conversa, me pedí un postre solo para mí.

Coulant. Perfecto.

El Celler es uno de esos lugares dónde podría ir a celebrar todas las cosas grandes de mi vida sin dudar que el resultado sería extraordinario. Y eso, como suele decir Lluís en Twitter, no está "pas mal".

Larga vida a los Bernils.

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El Celler de Matadepera
Carrer d'Antoni Gaudí, 2, 08230 Matadepera, Barcelona
https://elcellerdematadepera.restaurant