No sé por qué, siempre habíamos imaginado un viaje de novios ambientado en aguas caribeñas, bailando salsa y tomando mojitos. De hecho, así lo teníamos encarrilado cuando un mosquito nos hizo entrar el miedo en el cuerpo y, cosas de la vida, acabamos apuntando hacia el otro lado del mundo.

Y nos fuimos a Japón.