Alkostat a casa y la primera vez en nueve años que no he cocinado para celebrar una primavera más



Este mes he sumado un año más a mi cuenta personal. 

Nunca le había dado demasiada importancia al número de años que llevo en la mochila, hasta que esta vez empezamos contarlos uno a uno con #lamorritofino, que de momento solo sabe decir los números del 1 al 15. El resto, hasta los 38, los decía yo y ella los iba repitiendo y la verdad es que fue un ejercicio interesante, porque no íbamos ni por la mitad y ya me parecía que llevábamos demasiados. 

A parte de la celebración familiar, en la que algún año hemos puesto prueba las cargas de diseño del edificio, des de que cumplí los 30 que invitamos a casa a un selecto grupo de comensales que, con la excusa de mi aniversario, nos juntamos, comemos, bebemos y celebramos que un día nos conocimos. Es bastante divertido porque algún año nos hemos acordado de inmortalizar el momento con alguna foto y vamos viendo cómo se nos cae el pelo, engordamos y, sin duda lo más bonito, incrementamos la familia. Contado así suena un poco al anuncio de cruz verde de los años 80, que dicho sea de paso, era de cucarachas. Vaya asociación la mía, mis amigos, que me quieren, ya me perdonaran. 

Este año, Covid mediante, no hemos invitado, ni invitaremos. A nadie.

Es una pena, pero estamos siendo muy estrictos con el distanciamiento social. Ni familia, ni amigos, ni tampoco la ya habitual salida al restaurante con el que Susana me sorprende des de hace muchos años. Tengo tan presentes al Loidi y al Hisop de las primeras veces, cuando todavía los teléfonos no hacían fotos, como los de los últimos cuatro años, algunos de los cuales relaté en es este blog: Gaig, La Bodega 1900, donde Susana estaba embarazadísima, Alkimia y Els Tinars. 

Y este año, no había restaurante, pero sí había sorpresa. 

En medio de una “Conference call”, que mira que molaba decir esta palabra antes de tener que hacerlas desde la habitación de los trastos, se abrió la puerta de golpe y entró Anna pegando saltos diciendo algo así como: ¡¡¡Papi Papi corre, ha llegado una sorpresa para tu!!!

Así que me apresuré a colgar y bajé corriendo.
Y encima del buzón estaba la bolsa de Alkostat. 

(silencio de salivación) 

Hablé de Alkostat hace unos años y todavía recordaba esa ración de macarrones… 
Pues ahí estaban dentro de la bolsa, con un arroz de salmonete y ñoras y un platazo de albóndigas con sepia. 


Madre del amor hermoso. 

A día de hoy los de Jordi Vilà ya han abierto su restaurante, que comparte comedor con el Alkimia de Ronda Sant Antoni, pero siguen manteniendo la oferta take away que iniciaron con la desescalada.

Todo llega a casa perfectamente refrigerado, con un packaging impecable y con pocos minutos de cazuela, horno y baño maría se reconstruyen los platazos de una forma increíble. 


Cierto es que acabamos el pan con las albóndigas y rebañamos hasta el último grano de arroz, pero con los macarrones nos peleamos con mi hija.  En 2018 escribí que esos macarrones hacían temblar a los de Gaig y hoy me atrevo a decir que son, con diferencia, los mejores que he comido en mi vida.


Doy fe que recibir comida en casa no es ni por asomo parecido a ir a un restaurante y menos a uno tan bonito, y en el que te tratan tan bien, como Alkostat / Alkimia. Pero sin duda, para aquellos que todavía nos vemos obligados a extremar el distanciamiento social y le añadimos nuestro factor extra de seguridad, es una opción que se agradece. 

Yo quiero cocinar como vosotros Jordi. 

Alkostat
Ronda Sant Antoni 41
Barcelona
93 207 61 15