Bodega 1900 de Albert Adrià y el lugar en el que Anna, La Morrito Fino, fue la total protagonista meses antes de nacer


El día que decidimos que había llegado la hora de plantear una ampliación familiar, el que aquí escribe ya era consciente de que, llegado el momento, nuestros periplos gastronómicos sufrirían una radical desaceleración. Dicho de otro modo, que esto de comer fuera de casa se iba a acabar.

Lo que no imaginaba, ni nadie me había terminado de contar, era que durante las cuarenta semanas que dura el embarazo, los antes llamados nueve meses, la cosa ya se iba a complicar sustancialmente al haber una serie de alimentos que deberían ser evitados para esquivar complicaciones a la madre y al bebé.

Durante la gestación, nombre técnico para hablar del embarazo usado por médicos y otros seres que llevan bata blanca, la madre no puede tomar alcohol. Aunque parezca algo ilógico, al padre también se le restringe el consumo del mismo y solo se le permite un gintónic una vez al mes, dos si son de ginebra premium. Inexplicable, lo sé.

Además de este inconveniente etílico, la gestante, antaño llamada madre, tampoco debería acercarse a los embutidos curados, ni a la carne cruda para evitar una enfermedad llamada toxoplasmosis, que puede dañar seriamente al feto (bebé, en idioma bata blanca). El foie, el queso o los lácteos de leche no pasteurizada también deberían ser evitados paras prevenir la listeriosis. Igual pasa con las mayonesas y los huevos crudos o poco hechos, con los que hay que llevar cuidado para no tener problemas con la salmonelosis y, por supuestísimo, y aunque no acaba en -osis, hay que cambiar de acera cuando intuyamos que el pescado no ha pasado por el congelador o no ha estado cocinado hasta carbonizarse, por el anisakis, un gusano que la lía tanto o más que los otros tres bichos.

Además, tampoco se deberían consumir ensaladas o verduras crudas en las que no se pudiera garantizar que estén muy bien lavadas, por todo lo que pueda llevar algo que está en contacto con el suelo, ni abusar de los pececillos muy grandes tales como el atún, el emperador, el cachalote o el tiburón blanco, porque suelen comerse todos los metales pesados del mar.

Tema a parte es la cafeína, la teína, el azúcar y todos los edulcorantes que contengan -osa (glucosa, fructosa, sacarosa, osa polar) que aunque tienen algo más de margen, hay que llevar mucho control. 

Y a todo esto, puede pasar que durante los primeros meses la futura mami tenga el cuerpo revuelto y el estómago bailando permanentemente una mezcla de salsa, merengue, bachata y batuka. Si esa época te pilla de viaje, como fue nuestro caso, uno puede llegar a recorrerse Gijón entero buscando un sitio implorando que te hagan un arroz hervido y, además de no encontrarlo, que seguro lo habría aunque yo fuera incapaz de dar con él, armarse de paciencia para aguantar delirios de grandeza al preguntar dónde buscar "aquí no, pero en cualquier otro sitio de menos copete que éste seguro que te lo hacen".  Ole tú.

En resumen, que con tal panorama de riesgo biológico, comer fuera de casa no es algo del todo cómodo. En mi vida había ensalzado tanto la sobrecocción, ni dicho tantas veces eso de "sobretodo que esté muy bien hecho", con la esperanza de que no me malinterpretaran y alguien me rompiera la cara.

El caso es que durante el séptimo mes de embarazo, semana 32 según el calendario astral, Susana me regaló una comida en la Bodega 1900 de Albert Adrià, con la consigna de "Es tu cumpleaños, hoy pide lo que tu quieras y no te preocupes por mi". Me supo mal, pero acepté.


Probablemente en este blog, y en muchos otros, dedicamos muchas líneas a hablar de lo que se come y lo maravilloso y sorprendente que es la vida y obra del chef y, oh que pena, cuando llega el turno del personal de sala soltamos aquello de "excelente". Y aquí haya paz y luego gloria. 

En la bodega 1900, la cosa fue así: mi mujer se acercó a la puerta de entrada y, antes de sentarnos en la silla, una procesión de casi imperceptibles cuchicheos entre camareros había transmitido hasta la cocina lo que era muy evidente: nuestra hija, Anna, estaba en el edificio.

"Nos ha parecido que esperan un bebé. Enhorabuena. No se preocupen por nada. Tenemos muy claro lo que se puede tomar y lo que no durante el embarazo. Nada de alcohol, ni cosas crudas, ni embutidos y en el caso que quisieran quesos, sabemos que tienen que ser de leche pasteurizada. Ya está todo el mundo avisado y la cocina está al tanto, así que bienvenidos y esperamos que lo pasen muy bien".

Si en aquel momento no lloramos, poco nos faltó.

Hemos pisado algún que otro restaurante y hemos disfrutado de salas esplendidas y muy agradables, pero las cosas son como son y en todos los restaurantes de Albert y Ferran Adrià en los que hemos estado, desde ElBulli, el extinto 41º, el Tickets, hasta la Bodega, el servicio de sala es otra cosa. Da la sensación de que te ven a venir, entienden tu manera de ser, transmiten la alegría y la seriedad necesaria en cada momento y en seguida te dan el trato que esperas que te den. Todo resulta tan extremadamente sencillo que hace que te sientes como si estuvieras en casa.

Así que, a pasarlo bien.

El sitio es un local muy pequeño, donde hay unas mesas en una antesala en la que se prepara el embutido y un comedor interior al estilo de una antigua bodega. Te ofrecen dejarte llevar y que te traigan ellos lo que quieran, cosa que declinamos, pues nunca nos ha entusiasmado esta fórmula de la sorpresa. Preguntamos, escogimos y, salvo la rubia gallega y el melón impregnado de vermut, Susana comió de todo lo demás, con la tranquilidad de saber que el restaurante entero estaba por nosotros. 

Olivas sféricas, el clásico El Bulli aquí con un puntito de sabor a guindilla.

Bravas finas y crujientes. Sin picar mucho, pero sin dejar de hacerlo. Estaban muy buenas.

Langostinos hechos al horno Josper. ligeramente aliñados. Que bueno estaba.

Champiñones rebozados, cone mojo verde infiltrado. Esto estaba epectacular.

Lomo de vaca Rubia Gallega curado. Tipo cecina, curioso y rico.
Mollete de calamar. Estaba muy bueno y te podrías comer cinco. 



Duo de salmonetes y suquet. El guiso estaba tremendo. Por supuesto mojamos pan.
Rabo de vaca guisado. Tenía un toque a hierbabuena. Pedimos más pan.

Fresitas asadas con pimienta y un helado de leche quemada que estaba buenísimo.

Melón impregnado de vermut blanco. A mi esta técnica siempre me ha fascinado.
(No sé cómo nos sacaron que estábamos de celebración y cayó una vela)

Bebí Inedit, que no sé el porqué, pero me lo pide el cuerpo cuando respiro aires Bullinianos.




Al marcharnos, antes de que nos diera tiempo a agradecerles lo a gusto que habíamos estado, se adelantaron diciéndonos que lo habían pasado muy bien atendiéndonos y que nos deseaban lo mejor para los tres.

La sala debería ser siempre esto.
Bravo a todo el equipo.

Y a los y las de la "bata blanca" de los que bromeo cariñosamente en este post, gracias de todo corazón. Sin su ayuda, el embarazo, de 9 meses o 40 semanas, no hubiera sido una experiencia tan bonita.

Bodega 1900
Carrer de Tamarit, 91.
Barcelona
www.bodega1900.com