Imprevisto Restaurant, mi amigo Alejandro, el tiempo de calidad y el marco del cuadro.




Tengo un amigo, Alejandro, con el que compartimos un ritmo de vida similar desde hace más de veinte años. Nos conocimos en la universidad, empezamos a trabajar a la vez, nos independizamos más o menos al mismo tiempo tiempo y tenemos hijas e hijos de más o menos la misma edad. Durante todos estos años, hemos compartido veladas, fiestas, tardes de penas y glorias, ratos solos y buenos momentos con parejas y, los últimos seis años, también jornadas enteras familiares con un montón de niños dando alegría al hogar.

El caso es que, a principios de este año, nos dimos cuenta que llevábamos demasiado tiempo sin tener una conversa en condiciones que no fuera interrumpida por un lloro, un biberón, un pañal con sustacia, un plato de pasta con tomate por el suelo, un papa quiero agua, un grito aislado o, peor aun, ese silencio absoluto y tenebroso que, mientras los adultos toman el café en la sala de estar, presagia la dimensión de la fechoria que traman los niños en voz baja desde su cuarto. 

Así que decidimos que, con el beneplácito de nuestras santas esposas, un día al mes nos íbamos a regalar salir a cenar entre semana, temprano y sin abusar. ¿El objetivo? Pues si esto fuera una  TED TALKS y yo un gurú de liderazgo y coaching, seguramente lo llamaría el poder disponer de un poco de tiempo de calidad y poder dedicarnos un rato de escucha activa. Pero como esto es un blog cómico gastronómico y yo una padre de familia la mar de normal, pues lo dejaremos en que decidimos regalarnos poder tener un rato en condiciones y hablar un par de horas como personas adultas. Así de simple.

Bien. Pues en ese contexto, desde enero hemos pisado ya unos cuantos sitios, del que sin duda destaco el primero, que fue Maleducat y no hice post porque no me daba la vida, y el último antes de verano, que fue Imprevisto, objeto de este blog.

Curiosidades de la vida, y permítanme el juego de palabras, no teníamos previsto ir a Imprevisto. Pero cambiamos la fecha de nuestra cita y tuvimos que alterar la hoja de ruta restaurantil, porque habrá crisis, pero el restaurante que tocaba para esta ocasión estaba lleno. Así que saltamos al siguiente de la lista y, la verdad, creo que salimos ganando.

El aperitivo, un snack con crema de sardina, un muy buen inicio.

Imprevisto nos pareció un sitio cómodo, sin lujos, con decoración austera, pero agradable. Diría, de hecho, que las sillas son las mismas de Kave Home que tengo en el comedor. 
El personal de sala te recibe y atiende estupendamente, la propuesta de vinos a copas es muy interesante y el nivel de cocina nos pareció brillante. 

Ostra con gazpacho quemado. Muy rica.

Tartar de ternera

Ajoblanco con gamba

Rodaballo al pil pil. Excelente.

Magret de pato... ¡que bueno estaba esto!

Torrija-tiramisú

Imprevisto nos pareció un sitio muy honesto, donde se ofrece excelencia sin barbitúricos.
Es un modelo de restaurante donde el lujo, no está en el local, ni en la vajilla, ni el mantel, ni en un producto desorbitado, si no en una excelente cocina, un espacio amable, un trato honesto y una cuenta equilibrada.


Aunque en nuestros encuentros, el restaurante no deja de ser la excusa y "el marco del cuadro", en Imprevisto, Alejandro y yo pasamos un buen rato, estuvimos maravillosamente bien, cenamos estupendamente y, en definitiva, pudimos disfrutar  del tiempo de calidad que nos habíamos regalado.
Y esto no pasa en todos los sitios.

Imprevisto
Calle Bailen 104, Barcelona