Parada de la Reina Martina Bistró, Plasencia y los cuarenta grados a las diez de la noche que van a certificar que esto del calentamiento global va a ser que sí que es verdad.


Vamos a ponernos serios.
Yo creo que este año finalmente nos hemos dado cuenta todos de que el cambio climático y el calentamiento global va a ser que sí es verdad. 

Mira que llevamos años oyendo que si el efecto invernadero, que si la emisión de CO2, que si el protocolo de Kioto, que si el deshielo de los polos... pero entre que entre que la mitad de la humanidad, además de confundirlos, no pisará nunca ni el ártico ni el antártico para ver cómo se deshacen los iglúes y que la otra mitad no tiene casa a pie de playa con el riesgo de ser inundada en caso que suba el nivel del mar, uno tiene la sensación que a la sociedad en general, y querido lector no se me dé por aludido y se me ofenda, lo del calentamiento global le importaba, hasta hace bien poco, lo que viene siendo un bledo.

Pero este año... ¡ay este año! 'ay que calor!
Porque vale que sí, que en verano hace calor y en agosto, todavía más. Pero nadie en su sano juicio hubiera imaginado que estas vacaciones, sin saber muy bien cómo, podríamos disfrutar de cuarenta grados, no a la sombra, si no a las diez de la noche en plena naturaleza. 

Quizás también será verdad aquello de que solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, pero cierto es que, con tanta ola de calor, este año ha sido la primera vez que las conversas de pasillo más oídas en el supermercado fueron la del calentamiento global y la de donde acabaremos con este cambio climático. Que yo tenga presente, de olas de calor, nosotros tuvimos la ocasión de vivir cómo mínimo dos.

La primera fue en Zamora, paraíso castellano habitual de nuestras vacaciones, donde intentamos sobrevivir al dolor de cabeza que nos producía dormir a cuarenta grados a base de desafiar a las abuelas del lugar y abrir las ventanas a todas horas para que corriera el aire. Y efectivamente, el aire correr, corría y con él el calor también, por lo que la casa parecía un horno de última generación con la pirólisis y el ventilador encendidos a la vez. Como jode que la suegra tenga razón.

La segunda ola, a finales de mes, nos pilló en Extremadura, pero al lado del río Jerte, pudiendo abusar de piscina, dándole cera al aire acondicionado y contribuyendo así a acabar de reventar el planeta. Nadie dijo que fuéramos perfectos.

Una de las noches de nuestra estancia en el Jerte en la que la temperatura ambiente se acercaba a la que se usa para la cocción a baja temperatura, nos plantamos en el restaurante Parada de la Reina - Martina Bistró de Plasencia, para celebrar el cumpleaños de la pequeña de la casa. Puedo afirmar que si no hubiera sido por la efeméride, no hubiéramos salido de debajo del chorro del diligente Mitsubishi.
Con este tórrido contexto, les permitiré que se imaginen mi cara cuando los admirables camareros nos dijeron, nada más cruzar la puerta, que las cenas las servían en la terraza.

El caso es que, una vez superado el momento de la llegada, con un estado físico de mi persona bastante similar al de la última vez que corrí una carrera popular, empezamos a termoestabilizarnos y junto a una bajada de un par de grados que fue regalándonos la noche, estuvimos maravillosamente bien.

Croquetas de cochinillo con ajo negro. Muy buenas.

La historia del Martina Bistró es muy chula.
Cuentan que empezaron como el café de la estación de autobuses de Plasencia, por eso lo de Parada de la Reina en su nombre, y tras irle dando la vuelta a la tuerca y a horas de trabajo han conseguido un restaurante que, poco broma, sale en la Guia Michelín.

Ellos mismos hablan mucho de cocina viajera, término que ya desglosé un par de blogs atrás y que, en mi opinión, aquí se traduce en una cocina muy rica, muy bien ejecutada, con mucha técnica y con gustos para todos. De hecho, los cuatro salimos sin unanimidad sobre qué plato nos había gustado más.

Raviolis de pollo con setas y avellanas. Para mi el mejor plato. Me pareció un plato brillante.

Bocadillos de Rabo de toro con queso. El seleccionado por mi mujer.

Langostinos fritos un poco al estilo Robuchon. El plato preferido de Carla.

Carrilleras. Impecables.



La vie en rose. Texturas de yogur y fresas. Muy bueno.

Helado de violeta con brownie de chocolate.

En Martina Bistró cenamos muy bien y el calor no fue un impedimento para que pasáramos una velada perfecta. El nivel de cocina es muy alto y el servicio de sala es atento e impecable.
Sinceramente, mola ver que personas trabajadoras puedan transformar un bar de parada de autobús, hacérselo suyo, contar una historia bonita y ejercer la hospitalidad en su máxima versión. 
Con personas transformadoras, como los del #poramoramartina, todavía hay esperanza y el mundo en el que vivimos solo puede ir a mejor.
Bravo.



Parada de la Reina - Martina Bistró
c/ Tornavacas, 2 (Estación de Autobuses)
927 42 50 77
http://www.paradadelareina.es/