NORMAL de los del Celler de Can Roca y el filete wellington que salí promocionando el día que me pilló el patatús


A partir de los 40, empieza la decadencia.

Pues sí. Así de acertado era este mensaje de mi compañero Quim Sellés, persona con un sentido del humor incomparable, que seguramente nunca imaginó que le contestaría, el día de mi cumpleaños, atendido de urgencias desde el hospital.


Y es que lo que debería haber sido ser una celebración íntima por todo lo grande, pasando el día con mis tres mujeres en Girona, comiendo en el restaurante Normal de los hermanos Roca y merendando en Casa Cacao, se truncó en el restaurante, justo antes de pedir el postre, cuando un dolor repentino en la zona lumbar me recorrió la espalda. 


Cerveza de los Roca

¿Y cómo siguió a partir del tirón lumbar? Pues solo recuerdo sudores fríos y que dije algo así como un "ocúpate tú de las niñas que me he quedado clavado". Luego ya me desperté en el suelo, inconsciente, con el restaurante revolucionado y con Montse, una doctora que iba a comer en la mesa de al lado, agarrándome la cabeza y tomándome el pulso. 


Croquetas muy ricas

Hoy, casi dos meses después, cuatro pruebas y cinco visitas a diferentes médicos, puedo decir con más o menos tranquilidad que el síncope que tuve por el dolor lumbar fue debido a un ritmo de vida algo ajetreado, un estado físico lamentable y unas hernias discales que sin ser preocupantes, ahí están para lo que se les necesita, es decir, para joder.


Canelones de marisco excepcionales. Volaron.

Y no solo a mi.  El susto a mi mujer, que se vio viuda el día de mi cumpleaños, a mis hijas, al equipo del restaurante y a la pobre doctora que le chafamos la comida fue de dimensiones tan sonadas como mis casi dos metros de largo tumbados en el suelo. Así que yo, como no podía ser de otra forma, decidí de forma espontanea mitigar el espanto con mi gran sentido del humor y, mientras salía del restaurante con silla de ruedas hacia la ambulancia, saqué el influencer que llevo dentro y empecé a vocear a todo volumen:

"pedid el solomillo wellington, que está buenísimo". 

En fin. Perdón a todos.


El Wellington muy bueno que da sentido a esta historia

Aún perdiéndome el cromatismo verde, hecho que por lo visto, también manifesté efusivamente, cierto es que el filete wellington que preparan los de Eli Nolla en el Normal estaba muy bueno y que los canelones de marisco volaron, el arroz era para comerse tres platos y la ventresca, fue para mi, un bocado sumamente delicado.


Ventresca. Muy delicada.

A mi este arroz me pareció algo fuera de serie.

Cuando subí a la ambulancia, mi mujer se quedó con mis hijas en el restaurante hasta ver qué me decían en urgencias y aunque le pidieron un postre a Anna para ver si salía del susto, la pobre no quiso ni probarlo. Suerte tuvimos de una familia de Olot de la mesa vecina, que rápidamente sentaron a sus hijos con las nuestras y estuvieron con ellas hasta que la cosa se calmó. Mi hija se despidió de sus nuevas amigas con un abrazo y se dieron el teléfono para que les escribiéramos. Cosas de la vida, tienen una tienda de vinos que se llama 5 Titius, a los que les deberemos una visita, porque sinceramente me gustaría agradecerles la adopción forzosa y hacer algo de broma de lo sucedido.


Porque si bien es verdad que ya han pasado dos meses, a día de hoy todavía tengo la sensación de que no he celebrado mi cumpleaños. Ciertamente, la expectativa frustrada del día, que llevábamos tiempo preparando y el susto que le di a mi familia, en especial a Anna, todavía sigue en proceso de digestión. Y va para largo.


Pero por suerte, porque tiene pinta de que no va a pasar de ahí y porque siempre es gratificante encontrarte con personas de generosidad infinita, quiero agradecer de todo corazón a Montse, la doctora que dejó de comer con su familia para estar por mi hasta que llegó la ambulancia y que me consta que siguió mi sugerencia y pidió el Wellington, a la familia dels 5 Titius que se ocuparon de nuestras hijas como si fueran suyas y al equipo del restaurante, que al día siguiente llamaron para ver cómo estaba. 


Y, prometiendo ser más discreto la próxima vez, a estos último les digo: volveré.


Restaurant Normal
Plaça de l'Oli 1, Girona.
https://restaurantnormal.com

La cuenta que siempre publico, aquí no va a poder ser porque se perdió con los nervios de una madre en un restaurante con dos niñas esperando a ver qué me decían en el médico. Lo que se ve en las fotos, el postre que Anna no tuvo humor de probar, dos copas de vino, agua y pan nos costó 130 euros.