Bardeni y el fricandó que puso en crisis mi matrimonio


"Este fin de semana, podríamos hacer fricandó".

Hay que ver con qué inocentes frases se puede llegar a desencadenar escenas de odio conyugal.


Nueve años de novios y casi tres de casado ya me dan algo de experiencia para intuir que aquel “podríamos” en realidad más bien significaba un “lo vas a hacer tú” y, teniendo en cuenta que la imperativa se producía en el instante en que salíamos por la puerta del Bardeni, el Meat Bar de la calle Valencia, significaba que estaría expuesto a una auditoría comparativa con el que acabábamos de comer, que, dicho sea de paso, era de los mejores que he probado en la vida.

Así que, con la frente bien alta, dije que no lo iba a hacer y, siendo muy consecuente con mis palabras, el lector ya imaginará que ese mismo sábado salimos a comprar jarrete ternera para hacer el fricandó.

Y no, no había jarrete, pero sí llata, que cociné con mucho cariño en una olla de acero tipo Le Creuset siguiendo una receta del libro “La cocina de mi madre” de Joan Roca que, podría, pero no es mi hermano.

Recetas soberbias de lado, sobra decir que mi fricandó poco tuvo que ver con el que habíamos comido en el Bardeni unos días antes, hecho que supuso el más cruel de los desprecios a mi trabajo culinario y la terrible condena a ser yo el único de la casa con el obligado deber de ir consumiendo el excedente, guardado y conservado convenientemente en el frío y gélido congelador.

Yo, que no quería hacer el fricandó, pues todavía me lo estoy comiendo.

El fricandó de la discordia, uno de los mejores que he probado en la vida.

El caso es que, bromas e ironías matrimoniales de lado, en este bar de carnes donde hay una estricta política de no aceptación de reservas (el primero que llega consigue la mesa), te atienden con un esmero tremendo, cosa que cada día valoro y celebro más, y todo lo que sirven está para chuparse los dedos, desde el steak tartar, al entrecote de vaca Charolais, pasando por el canelón de rabo y, por supuesto, por el increíble sándwich de frincadó, con un pan aéreo que hace que cada bocado sea algo casi místico.

Un steak Tartar soberbio

Canelón de rabo de vaca

El entrecôte con salsa café de París

Si alguna vez vuelvo a hacer fricandó, será cuando mi hija sea mayor y pueda opinar al respecto. Mientras, tendremos que ir volviendo al Bardeni.



Bardeni el meatbar
Carrer de València, 454, 08013 Barcelona
https://www.caldeni.com