MONOCROM y el sobrino más mimado del mundo



Tengo un sobrino que este año ha cumplido dieciocho años.
Cuando le conocí, con poco más de dos primaveras, no sabía prácticamente hablar, pero ya apuntaba maneras y, a base de decir algo parecido a que cuando fuera mayor quería ser tan grande como yo, en poco tiempo consiguió meterme en su bolsillo. 

El caso es que a lo largo de los años, de nuestras numerosas visitas de domingo tarde, del cariño que nos hemos ido procesando mutuamente y de las cosas que íbamos haciendo juntos, mis amigos pasaron a denominar a Mario, que así es como se llama, "el sobrino más mimado del mundo".

Dieciséis años después, con la mayoría de edad y junto a una camiseta de futbol conmemorativa, decidimos regalarle ir a comer su plato favorito a uno de los sitios que más nos gustan y en el que él todavía no había estado: el restaurante Monocrom. Sobra decir que en la invitación íbamos nosotros cuatro también, además de Irene, la novia de Mario que tiene enamorada a mis hijas y que en poco tiempo ha destronado al pobre primo.

El Monocrom está en la plaza Cardona, un pequeño oasis de tranquilidad casi sin tráfico de Sant Gervasi, un poco por debajo de la antagónica y transitada plaza Molina. Tiene una gran terraza, pero a mi me gusta comer dentro porque el espacio, además de ser acogedor, está lleno de referencias de vino, que hacen honor al nombre. Pero como el cumpleaños no era el mío, en realidad la excusa de la invitación viene a cuento de sus tan nombrados macarrones, con una especie de boloñesa de tres carnes y un sofrito que no deja indiferente. 

Los renombrados macarrones.

El caso es que, dejando de lado los macarrones, en Monocrom se come y se bebe muy bien. 
Siempre que voy tengo la sensación de que podría pedir toda la carta sin problemas.

Croquetas para todos. Hay que evitar el conflicto siempre que se pueda.

Ensaladilla de patata, que era final de verano y apetecía.

Acelgas y burrata. Bravo, bravísimo. Un plato muy muy bueno.

Mi amigo Ignasi, fan también del buen comer con el que todavía no entiendo porque no hemos venido juntos aquí, dice que las mollejas de este lugar son insuperables. Bien. Pues ese día, no había. En su defecto, tomamos tartar y albóndigas.

Steak Tartar de corte de más bien grande. Muy rico.

Albóndigas mmmmm...


Tarta de chocolate. Pedimos dos.

Flan riquísimo

Tiramisú, tan o más rico que los anteriores postres.

Probé varios vinos que me gustaron. Todos ellos naturales. 





Sitios como el Monocrom son los que me gustan.
Comimos y bebimos muy bien, pasamos un buen rato en familia y celebramos el compartir nuestro tiempo juntos. Porque aunque seguramente sea cierto aquello de que el tiempo es lo único que no se puede comprar con dinero, tengo claro que el mejor regalo que te pueden hacer es poderlo pasar con las personas a las que quieres. Y en este caso, aunque la comida la pagamos nosotros, el regalo nos lo hicieron ellos.
Muchas felicidades sobrino. Te queremos.


Monocrom
Plaça de Cardona, 4 · Barcelona · T. 93 516 73 02