Bardeni el Meatbar y la Torre de les Aigües que Anna decidió rebautizar.


Si algún recuerdo bueno me quedará de la pandemia, será el de cuando cargaba a mi hija mayor al coche e íbamos a buscar la cena al Bardeni. 


Era un momento realmente íntimo. Con poco más de tres años, ella escogía la música y, habiendo verificado que estábamos bien atados, nos pasábamos el trayecto a veces hablando, a veces cantando e incluso, a veces, en un purificador silencio. 

Por aquel entonces, entre virus, obras y manifestaciones, el mejor modo de llegar al restaurante era evitar la Meridiana y entrar a Barcelona por la Gran Vía, por lo que por la ventana de la izquierda aparecía la tan imponente y majestuosa, a la vez que fálica y algo hortera, Torre Agbar.



Este viaje, que repetiríamos tranquilamente dos veces al mes durante casi dos años, sucedía normalmente los viernes noche, con lo que la colorida iluminación de la Torre del arquitecto Jean Nouvel era el preludio que nos avisaba la proximidad de nuestro destino. 


Croquetas de jamón

Huevo a baja temperatura con pulpo (era temporada de trufa)


Foie caramelizado con manzana. Mis hijas se pelean por una tostada con esto.

Y así, viaje tras viaje, un día Anna empezó a preguntar por qué ventana tenía que mirar para ver la Torre del Bardeni.  Un rebautizo tan acertado, que en casa ya no le llamamos de otro modo.


Milhojas de puerro y foie (temporada de trufa). Yo viviría solo de este milhojas.

Y es que entre la música, nuestros cánticos y el colorido edificio que cuál faro nos marcaba el camino, sobra decir que el viaje hasta el Bardeni era el preludio de la fiesta que vendría después. Ir a buscar el take away que nos preparaban Dani y Lluïsa era el inicio de una noche donde cenaríamos bien, lo pasaríamos todavía mejor y, además, lo haríamos en casa, con la tranquilidad de no dar vueltas con un bebé recién nacido, que aunque a día de hoy ya nos parece ciencia ficción, hace nada no nos atrevíamos a dar demasiadas vueltas con la criatura a cuestas.


Tacos. En primer plano un "pop up" de mollejas tremendo y al fondo el clásico de carpaccio de ternera.

Y así estuvimos dos años, viendo en nuestra casa cómo nuestras hijas crecían al ritmo que iban descubriendo el foie, el sandwitch de fricandó, la picanha curada o el steak tartar.

Steak tartar. El mejor de los mejores.

Arroz de ceps i langostinos. Plato pop up impecable.

Ahora ya, con el coronavirus más o menos normalizado y nuestra hija pequeña, que ya no es un bebé y come de todo, ya nos atrevemos a sentarnos a su mesa y mi hija de cinco años se atreve a discutirme si el sándwich de frincadó pica más un día que otro.

El fricandó, que mi hija Anna controla si pica o no.


Onglette. Probablemente la mejor carne de la historia mundial.

Choco pistacho brutal.

Tiramisú fuera de serie

Dani, Lluïsa y todo el equipo del Bardeni nos han acompañado durante estos dos últimos años, primero en nuestra casa y ahora ya en la suya. Con mucha diferencia, son los restauradores que más nos han dado de comer y, como consecuencia, han sido, son y serán parte fundamental de la educación de nuestras hijas. 

Muchas gracias de todo corazón.


Imagen, sin filtros, de felicidad


Bardeni el Meatbar
C/ de València, 454, 08013 Barcelona

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