Lera 2019 Caza, Legumbres y una breve carta de amor a Susana. Zamora


No es fácil encontrar a alguien con quien disfrutar comiendo.
Obviamente, lo de ir a comer, por poder, se puede hacer con todo el mundo, pero yo reconozco que ni el menú de mediodía me gusta compartirlo con cualquiera. Sentarse a la mesa, para mí, es compartir el tiempo de uno y cada vez soy más celoso de ello, ya sea para conversar agradablemente, reencontrarte con alguien a quien hace tiempo que no ves o por el simple y mero hecho de ir a disfrutar de lo que te dan de comer.

Yo tuve la suerte de cruzarme con Susana.
Este año hará doce+uno que compartimos vida y alguna que otra mesa.

Susana es una mujer trabajadora, exageradamente exigente y, posiblemente por ello, una de las personas que conozco con el sentido de la justicia más integrado en su manera de ser. Podría ser una excelente juez, pero si lo hubiese sido, ni nos hubiéramos encontrado, ni podríamos compartir tantas anécdotas de ingenieros cuadriculados que somos.

A ella le gusta comer tanto como a mí y, aunque en la familia soy yo el que está catalogado como pesado de la comida, es ella quien escoge un porcentaje muy elevado de los restaurantes a los que vamos. Hay que reconocer que sentados los dos a la mesa, somos un dueto duro de pelar y si nos pusieran un micro de todo lo que decimos, nos echarían a patadas antes de acabar en más de un sitio.

Si a Susana le das a escoger, elegirá seguro un sitio con estilo, pero de cocina de chup chup, de guisos o de legumbres y, aunque no renunciará nunca a visitar sitios donde se esferifique, simpre estará por delante su trinidad culinaria predilecta entre la cual nunca sabrá por lo que decantarse: habas a la catalana, judías del puntito o lentejas a la riojana, que aunque parezcan platos ligeramente contundentes, el lector más fiel recordará nuestras cenas en Echaurren donde la cocina es tan delicada que en un mismo servicio hemos llegado a ingerir pochas, alubias y callos y quedarnos tan tranquilos.

El caso es que Susana es y será mi compañera favorita en este viaje que es la vida, aunque ella sabe que en mi corazón haya una persona que la desbancó del primer lugar. Y es que Anna, #lamorritofino, aunque no tardará mucho en decidir dónde vamos a comer, hoy por hoy, las cosas como son, restringe bastante la libertad del disfrute gastronómico.

Así que, un día, soltamos a la niña con sus tíos y nos largamos a Lera.

Su versión de las sopas de ajo

El restaurante hotel Lera está en Castroverde de Campos, al norte de Zamora City.

Allí se cocina mayoritariamente caza, cosa que, a voz de pronto, no es lo primero que hubiera dicho que escogería Susana, porque la caza, aunque sea de chup chup, nos ha dado un susto en más de una ocasión. A pesar de ello, lo eligió ella, seguramente influenciada por lo que cuelga en las redes Dani Ochoa, cocinero del restaurante Montia al que conocemos y apreciamos, aunque últimamente ignore mis mensajes.

Y el resultado, como no podía ser de otra forma, fue un exitazo. 
Salimos de allí diciendo que vamos a volver cada año.
No sé cuantos platos de aves, liebres, caza menor, caza mayor y yo que sé qué más.

TODO, absolutamente TODO estaba TREMENDO. Desde una sopa de tomate con pimentón, homenaje al omnipresente ingrediente de la gastronomía zamorana, hasta la última trufa de chocolate. 

Sopa de tomate

Los encurtidos, el pimiento relleno, el pichón… madre mía.

Caza con encurtidos


Pimiento relleno
El Pichón
De todo, a mi particularmente me encantó exageradamente el corzo.
A Susana, como el lector podrá imaginar, las legumbres.

Alubias

El corzo
Sin duda alguna, ésta fue una de las mejores comidas del año pasado, tanto por lo que nos sirvieron, como por cómo lo hicieron. La camarera que nos atendió prácticamente toda la comida, y cuyo nombre no le preguntamos, nos entendió a la primera, además de verme el plumero y casi casi maridarme el menú entero con lo que a priori deberían haber sido un par de copas de vino. Sin duda el gran recuerdo de Lera es tan mérito de la cocina como de ella, que supo hacernos estar como en nuestra casa.

Y sí, como figura en la cuenta, todo ello sucedió en agosto.


Ya me perdonarán mis lectores más fieles y también los señores de Lera si recalan en el blog, pero familiarmente llevamos unos meses a tope. La #morritofino crece a una velocidad increíble, habla, salta, corre, baila y pide fiesta constantemente. Así que, aunque parezca algo contradictorio, me he vuelto un egoísta y hace tiempo que decidí que el poco tiempo libre que tengo se lo dedico en exclusiva a ella.

Y si me sobra un rato, pues es de Susana.

Uno que te quiere.

Lera
Calle de los Conquistadores Zamoranos, s/n,
49110 Castroverde de Campos, Zamora
https://restaurantelera.es