MAS MARROCH AGORA de El Celler de Can Roca y el Josep Roca que no soy yo (Crónicas de ir a comer con niñas, parte 2)



Como algunos de ustedes ya sabrán, mi nombre es Josep Roca.


Nuestro Roca no viene ni de la familia de abogados, ni de la familia de los sanitarios, ni de la de mis admirados cocineros de Girona, sino de una humilde familia de Murcia que vino a Catalunya a buscarse la vida hace casi ya ochenta años. Mi abuela, cuya alegría y sentido del humor espero haber heredado ni que sea en una pequeñísima parte, siempre se lo reprochaba a mi abuelo con algo así como "ya podrías haber sido de alguna de las otras familias". El pobre hombre, ya con cierta edad, se reía mientras la miraba y nos decía: "tu abuela es la ostia". Pues sí.

Brioche trufado.

El caso es que, gastronómicamente hablando, más de un susto he propiciado yo al reservar una mesa a mi nombre. Y es que entiendo que la coincidencia con el de Josep "Pitu" Roca hace que pueda generarse cierta expectativa. Imagínense esperar que venga a comer a tu casa el mejor "camarero de vinos" de la historia de la humanidad y al abrirse la puerta aparezco yo... 

Así que, para evitar males mayores y, permítanme la broma, que alguien escupa en mi plato ante el fiasco de no ser yo a quien esperaban atender, suelo avisar cuando hago la reserva. Cierto que cada día se me hace un poco más pesado eso de "no tinc res a veure amb els del Celler de Can Roca eh", pero mira tu, ese disgusto que nos ahorramos todos.

Carpaccio de pies de cerdo y judías del ganxet. A mi este clásico me pareció algo divino.

Brandada de bacalao con patata crujiente.

Pero volviendo al asunto del blog, hubo un día que, con toda la que caía con el coronavirus, los hermanos Roca, los de Girona, adaptaron el espacio que tenían dedicado a eventos para transformarlo en un restaurante donde servir los grandes éxitos históricos de su casa, El Celler de Can Roca. Así que, previa consulta de si era posible que fuéramos con las dos pitufas, este verano aterrizamos allí, tres Roca y una intolerante a la proteína de la leche de la vaca (mi mujer). Dicho así, reconozco que suena   a regalo de primera para el restaurante.

Poularda con su canelón, por el que me peleé con Anna para que me lo dejara probar.
La realidad es que el canelón está muy bueno, pero la pechuga era un escándalo de textura y sabor.

Pues bien. El sitio es precioso, espacioso y, aunque es una gran sala circular, tiene una especie de rincones en el perímetro donde se está algo más apartado del resto de comensales. Fue allí donde nos acomodaron y la verdad es que estuvimos como reyes.

El steak tartar de Joan Roca, el clásico entre los clásicos. Aquí, Anna se peleó conmigo.

El Rape, en la linea: excelente.

En cuanto a la propuesta gastronómica, pudimos escoger entre un menú degustación o directamente a la  carta, que al ir con niñas, fue nuestra elección. Además, ya tenían preparada una propuesta de postre alternativa para la intolerancia de Susana, que no era ni más ni menos que el Cromatismo Naranja, que no estaba en la carta, pero que nos ofrecieron preparárselo para ella. Ojo al dato.

El cromatismo naranja, postre mágico que si pudiera volvería a pedir.

Y la verdad es que no hay mucho más que decir que la velada fue perfecta. Perfecta por la organización, perfecta por el trato, perfecta por ubicarnos en un sitio en el que estuviéramos cómodos, por tener alternativas preparadas fuera de carta para las intolerancias y perfecta por hacer que todo funcionara como si estuvieramos en casa. Con todo, el resultado fue que mis hijas estuvieron sentadas la mar de tranquilas durante más de dos horas, viendo la ceremonia de camareros, vinos y platos y, por supuesto, probando el carpacho de pies de cerdo, el steak tartar multiespeciado o el puro de chocolate con sabor a Habano.


El mítico Viaje a la Habana de Jordi Roca, con el mojito y el puro de chocolate con helado ahumado

El soufle de chocolate, objeto del deseo de toda la familia.

Ah sí. 
Josep Roca, El Más Grande, apareció, recogió la mochila de la niña que se me había caído al suelo, nos preguntó si allí estábamos bien y aproveché para contarle mi historia de cómo me confunden con él cuando llamo para reservar mesa en otros restaurantes.
Debajo de la mascarilla, sonrió. Nosotros también.

Rara es la vez que publico fotos nuestras, y menos de ellas, pero esta foto me hace sentir feliz.
Será que este año cumplo cuarenta y empiezo a notar el paso del tiempo.


¡Larga vida a los Roca! 



Restaurant Mas Marroch
Pla del Marroc, 6, 17180 Vilablareix, Girona
https://www.masmarroc.com