Don Giovanni y la fatídica historia de la máquina de pasta que reposa en el estante de arriba

En mi sufrida vida como aficionado a la cocina, he intentado hacer pasta fresca en casa un par o tres de veces, con un éxito más bien cuestionable. 


Y no será por utensilios, gadgets o cacharros: tengo una máquina plateada de esas que tanto brillan, diversos accesorios para darle forma a la masa, moldes para raviolis y hasta un trasto desmontable para colgar los espaguetis.


Todos estos prodigios tecnológicos, que por supuesto defendí en su día la imperiosa necesidad de su compra, descansan en el armario superior de la cocina, viendo pasar el tiempo y clavándome la mirada dentro de su caja mientras maldicen el día en que la suerte les destinó a morirse de falta de actividad; o, dicho de otra manera menos política, de asco. 

El problema en si, a parte de dejarlo todo perdido de harina, es que no sé qué hago con la masa que se me queda pegada a la máquina en el momento de cortarla, con lo que los innumerables espaguetis que supuestamente deberían salir a borbotones se acumulan y se espachurran al hacer girar la manivela. Uno vale para lo que vale y, a expensas de saber si algún día sabré para lo que valgo, seguro que para hacer pasta de momento no.


¿Y Quien vale para hacer pasta? Pues mucha gente, pero en concreto, la última vez que comimos una pasta para mencionar fue cuando almorzamos en Don Giovanni, el restaurante de Andrea Tumbarello de Barcelona.

Sé de Andrea Tumbarello por la blogosfera y por alguna aparición en televisión, diría que en Masterchef. Recomiendo la lectura de su biografía en la web pues es de esas historias que te hacen sonreír. 
En Barcelona, tiene un restaurante en las instalaciones del hotel NH Constanza que hay al lado de la Illa Diagonal.

Tomamos una muy buena ensalada Capresse y unos muy muy buenos Tortelli de bogavante, objeto o excusa de este post. La lasaña estaba rica y el tiramisú también. Mención especial también para la focaccia y, cortesía de la casa, un aperitivo de embutido italiano y un limoncello de fin de fiesta que no fotografié.






Cuando íbamos por el postre, vimos cómo le metían una cantidad trufa a la sopa de la mesa de al lado y caímos en el terrible pecado de la envidia insatisfecha. A estas alturas de la vida descubro que soy envidioso. Que duro.

A nosotros nos gustó. 
Pienso que es un buen sitio para ir a comer.


Don Giovanni
Hotel NH Constanza
Calle Deu i Mata 69.
932 81 15 00
Barcelona