Reconozco que, de buenas a primeras, y como gastrofanático que soy, al principio me quedé un poco perplejo al ver cómo se banalizaba descaradamente la alta cocina con la figura de este cocinero, cuyo nombre y aspecto recuerda tremendamente a Sergi Arola y cuyo apellido resulta inequívoco a los Roca de Girona.
De entrada, la serie empieza caricaturizando al cocinero como el Mozart de los fogones, que pone música clásica a las hierbas aromáticas y que reduce la fabada, la paella y el cochinillo a un cubo de 2cm de lado.
La cosa no mejora con la llegada al desangelado chiringuito, que recuerda tranquilamente a un episodio de Pesadilla en la Cocina de Alberto Chicote. Allí le espera Jesús Bonilla, que interpreta a un representante de la cocina tradicional, que mandahuevos, no sé si como caricatura o no, este tipo de cocina se traduce aquí en una croqueta fritanga que se pega al techo y que no cae en 5 minutos.
Entendida la caricatura pues, esta serie es de las más entretenidas que he visto.
Asumiendo que todo es una broma, reconozco que río a carcajada límpia.
La serie es burlona a más no poder, graciosa y, con el marco de Peñíscola de fondo, tiene una fotografia digna de mención.
Mención especial para el Langui y casi todos los actores.